Agua

Con María decidimos que vamos a empezar a nadar todos los días. Yo me compro una salida de baño toda blanca y le aviso que ya estoy lista para ir al club. Casi no llevamos cosas con nosotras porque nos tiramos desde una ventana a la pileta. Y nadamos nadamos nadamos. La pileta es nuestra. O casi: sólo hay una viejita que nada ayudada por su guardaespaldas y que a veces nos sonríe.
Así pasamos dos semanas: nadando nadando nadando hasta que Justina nos avisa que ella también quiere venir y aparece con Marley. Ese día se arma una fiesta en el club. Hay mucha gente, todos charlan con ellas y yo que soy perfil bajo me quedo por ahí, mirando a través de una ventana hacia la librería de al lado. Justina tiene un Iphone buenísimo, alta gama, que es de un material flexible. Si se cae al piso no se rompe y si quiere borrar o desactivar algo sólo tiene que usar una escoba mini de plástico diseñada por Phillippe Stark. Pero lo que llama más la atención de la concurrencia es el ringtone: un tema de Pablito Ruiz cantado en húngaro. A nosotras nos parece fabuloso aunque no sepamos el idioma pero los chicos del club vecino que ahora vienen al nuestro se lo quieren chafar. La cuestión es que ella hace un pacto, les da el ringtone a cambio de unas cervezas con speed. Yo nunca tomé nada de eso y estoy atemorizada. Pienso que me puedo ahogar. María dice que no pasa nada, que si uno nada luego de tomar speed, las brazadas son más elegantes. No estoy muy segura pero aún así tomo. Es bastante feo. Sabe a remedio toclase con soda y jugo clight. Justo cuando nos estamos por meter en el agua, vienen unos chicos amigos míos del colegio y nos traen invitaciones para ir a una fiesta en la casa de al lado. Nos alegramos mucho, decimos que sí y nos tiramos a la pileta a nadar. El speed me hace efecto y ahora soy como Esther Williams. Todos aplauden. Me dicen que me van a contratar para una película.

El 911

Estoy durmiendo tranquila hasta que siento un ruido extraño en la cocina. Me levanto descalza para ver qué pasa: el gato tiró el recipiente con agua. Se lo lleno y cuando me estoy volviendo a la cama, escucho otro ruido pero esta vez en la terraza. Me acerco a la ventana sin prender la luz del patio y veo que cuatro hombres fuertemente armados están discutiendo entre ellos, señalando el jardín de Olga. Inmediatamente me tiro al piso y voy reptando hacia el escritorio en busca del teléfono. Hago tres llamadas. Primero a mis padres para avisarles que no se muevan de la casa. En segundo lugar al 911, que como no entienden lo que les digo me cortan una y otra vez. Y en tercer lugar a mi vecina que del susto, empieza a gritar desesperada. Corto y vuelvo reptando a la cocina para ver cómo siguen las cosas por ahí. Los hombres se han ido por el techo de la casa de mis padres hacia el techo de al lado y ahí cargan nuevamente sus armas. Yo vuelvo a llamar al 911 y me dejan en espera lo que me pone de muy mal humor. En ese momento, mi papá toca el timbre de casa. Yo no comprendo por qué está en la calle si les dije claramente que no se movieran. Bajo corriendo las escaleras y lo obligo a entrar, lo obligo a quedarse quieto en un sillón del living. Quieto y en silencio. Vuelvo a la cocina. Los tipos están nuevamente en mi terraza. Tiran un par de macetas pero a mí mucho no me importa porque están vacías. Hablan entre ellos. Encienden cigarrillos. Se ponen unas gorras de lana en la cabeza. Y saltan hacia el jardín de mi mamá. En ese momento, suena mi celular. Son los del 911 para verificar mi denuncia. Les pido que se dejen de hinchar y que vengan para el barrio ya mismo. Y corto.
Cuando voy a ver a mi papá, descubro que se ha ido y que la puerta de mi casa está abierta de par en par. Todavía no amanece pero mi tía se pone a regar las plantas y mi mamá le da charla. No entiendo qué les pasa. Les repito que hay hombres armados en nuestra casa y ellas como si nada. En medio de la desesperación, meto a los gatos en un bolso y los llevo a la casa de Tere, la vecina de enfrente, que me recibe en camisón y de lo más tranquila.
-Estamos en situación de riesgo. Cuidalos hasta que venga la policía.
-Sí, sí. ¿Querés un mate?
¡No! No quiero un mate. No tomo un mate. Quiero que alguien me ayude. Ahora los tipos están entrando a la casa de mi mamá. Yo corro hacia ellos e intento desarmarlos. Me disparan. Una y otra vez. Dicen que fue accidental. Llega la gente del 911. Charlan con mi mamá. Mi tía sigue regando las plantas. Los tipos ahora están en mi balcón.