En el Sportivo

Meryl (Streep) es la nueva María Antonieta en la obra de Bartis y parece que le van a poner una peluca enorme y divina para el día del estreno. Estamos tomando un vino con Sebastián (Vigo) en el café del Sportivo mientras nos cuentan la gran noticia. Yo estoy descalza, con un puñado de dátiles en la mano y el vaso medio lleno en la otra. Entonces la vemos pasar abrazadísima a Pablo Abarca. Alguien comenta que acaba de cumplir 70 años pero yo no hago caso porque el cumpleaños del otro día fue el de Marcelo Tinelli.
Les grito: “Ey!” y ellos nos miran y se acercan a saludarnos. En la puerta hay un auto muy vintage con un trailer adosado. Una vendedora de entradas pasa y yo la cacheteo porque interrumpe el momento. Estoy enojada con las interrupciones. Quiero tomar un licor con mis amigos y en cambio tengo que soportar las cosas que pasan así. Saco de la cartera unas postales y alguien menciona las flores. “Esas flores”. Miro para un lado y para el otro hasta que finalmente veo un ramo de orquídeas por allí tirado. La gente que llega al teatro tiene que saltarlo. Es como el indicativo de la buena fortuna. Te sacás el calzado, lo saltás y automáticamente sos feliz. Pablo se rasca la cabeza y me dice: “Marta, vamos a comer algo a una fonda”. Yo me niego porque no como en lugares extraños. Meryl se ríe y se lleva a mis amigos en el trailer. Empieza a llover. No encuentro mis zapatos. Apagan las luces. Fin.