Tom Waits

Llamo para pedir un remis y me mandan un auto manejado por Tom Waits. Parece que en sus ratos libres y entre show y show, le gusta salir a manejar por la ciudad. Lleva unas bermudas, un sombrero, el pelo medio largo, un chaleco de cuero y tiene todo el cuerpo tatuado. Me habla de su nuevo disco y yo le confieso que no lo escuché aún; que estoy muy concentrada en el trabajo de Daniel Johnston. Él asiente y me da su okey. Y me cuenta que el photoshop del booklet lo hizo Edna Millay y no Ella Mackey como nosotros suponíamos. Vamos por Bartolomé Cruz, charlando sobre todo este asunto de la música y las rutas cuando aparece en el auto Natalia Rouge y nos sirve café caliente. Le agradecemos y nos ponemos a cantar una de esas canciones que se cantan en la misa. Tom es muy bueno realmente y aunque escupe un poco, lo hace realmente bien. Saca unos discos de un bolso y nos los regala. Nati le dice que ella lo escucha desde que iba al jardín. Yo le digo que no quiero escucharlo nunca más. Que sus canciones me hacen caer en un dolor profundo que ya nada tiene que ver conmigo y él me mira por el espejo retrovisor y me da su visto bueno. Gracias a Dios y la Virgencita de Itatí.